Evangelio:?Lc 8,1-3
En aquel tiempo, Jes?s comenz? a recorrer ciudades
y poblados predicando la Buena Nueva del Reino de Dios.
Lo acompa?aban los Doce y algunas mujeres que hab?an sido
libradas de esp?ritus malignos y curadas de varias enfermedades. Entre
ellas iban Mar?a, llamada Magdalena, de la que hab?an salido
siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes;
Susana y otras muchas, que los ayudaban con sus propios
bienes.
Oraci?n introductoria:
Jes?s, el evangelio me habla de algunas
mujeres que se dejaron tocar por tu gracia y por
tu amor redentor y por eso se transformaron en aut?nticas
ap?stoles y en tus seguidoras valientes. Quiero, como ellas, permanecer
siempre fiel a tu gracia, aun cuando se presente la
sombra de la cruz.
Petici?n:
Jesucristo, conc?deme llenarme tanto de
ti que pueda llevarte a todas las personas con las
que me encuentre.
Meditaci?n:
?El Se?or quiere que estos testigos
del Evangelio, estas figuras que dieron su contribuci?n para que
creciera la fe en ?l, sean conocidas y su recuerdo
siga vivo en la Iglesia. Hist?ricamente podemos distinguir el papel
de las mujeres en el cristianismo primitivo, durante la vida
terrena de Jes?s y durante las vicisitudes de la primera
generaci?n cristiana. Ciertamente, como sabemos, Jes?s escogi? entre sus disc?pulos
a doce hombres como padres del nuevo Israel, ?para que
estuvieran con ?l, y para enviarlos a predicar? (Mc 3,
14-l5). Este hecho es evidente, pero, adem?s de los Doce,
columnas de la Iglesia, padres del nuevo pueblo de Dios,
fueron escogidas tambi?n muchas mujeres en el grupo de los
disc?pulos (?). La historia del cristianismo hubiera tenido un desarrollo
muy diferente si no se hubiera contado con la aportaci?n
generosa de muchas mujeres (?). Tambi?n nosotros nos unimos a
este aprecio, dando gracias al Se?or porque ?l gu?a a
su Iglesia, de generaci?n en generaci?n, sirvi?ndose indistintamente de hombres
y mujeres, que saben hacer fructificar su fe? y su
bautismo para el bien de todo el Cuerpo eclesial, para
mayor gloria de Dios? (Benedicto XVI, 14 de febrero de
2007).
Reflexi?n apost?lica:
Toda la santidad, toda la felicidad
profunda y definitiva de nuestra vida como cristianos y miembros
del Regnum Christi, no es m?s que el fruto sazonado
de nuestra correspondencia diaria, sencilla, callada, al amor de Jesucristo.
Prop?sito:
Preguntarme el d?a de hoy qu? m?s puedo hacer
para hacer fructificar mi fe y mi bautismo para el
bien de la Iglesia.
Di?logo con Cristo:
Los hombres y
mujeres de hoy tenemos una gran necesidad de ti. No
nos abandones por nuestra incredulidad. M?ndanos muchos ap?stoles que propaguen
tu mensaje de verdad y de caridad. Aqu? estoy Jes?s,
m?ndame a m? tambi?n a trabajar por ti.
?La santidad a la que Dios llama por el bautismo no es otra cosa que el reproducir la fisonom?a espiritual y moral de Cristo, camino, verdad y vida? (Cristo al centro, n. 1967).
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