Al leer la carta de
Pablo a los Efesios nos quedamos sorprendidos cuando llegamos a
un punto determinado. Quiere el Ap?stol dar consejos sobre la
vida cristiana, y, al hablar a los casados, se eleva
a unas alturas teol?gicas y m?sticas sorprendentes (Ef 5,21-33)
Viene
a decirles sin m?s:
-Esposos, ?saben qui?nes son ustedes? Son
Cristo y su Iglesia. Porque Cristo los ha tomado como
el signo viviente de lo que Cristo es y hace
con su Iglesia.
?Y quieren saber c?mo se deben portar
entre los dos? Miren a Cristo, miren a la Iglesia,
y hagan ustedes exactamente lo mismo que Cristo y la
Iglesia se hacen el uno con el otro.
Es curioso
este modo de hablar. Para explicar lo que es Cristo
y su Iglesia, Pablo recurre al matrimonio:
-?Jesucristo se ha
desposado con la Iglesia! La Iglesia y Jesucristo son dos
enamorados, y se quieren tanto y se dan con tanto
amor el uno al otro, como dos esposos que se
aman intensamente.
Ante este hecho, Pablo se dirige despu?s al
marido y a la mujer, para decirles:
-?Quieren saber lo
que tienen que hacer ustedes para que su matrimonio sea
perfecto y sea feliz? No tienen m?s que mirar lo
que le hace Cristo a su Iglesia y lo que
la Iglesia le hace a Cristo. Hagan ustedes lo mismo,
y no se van a equivocar.
As?, de una
manera tan elevada y sublime, habla Pablo sobre el matrimonio,
del que dice las palabras famosas:
?El matrimonio es un
misterio grande, referido a Cristo y a su Iglesia?.
El
matrimonio, es una estampa de Cristo y la Iglesia. Y
Cristo y su Iglesia son el modelo del matrimonio cristiano.
Pablo se remonta al Antiguo Testamento y se encuentra con
los amores de Dios e Israel, de los cuales dice
Isa?as:
?Como un joven se casa con su novia, as?
te desposa tu Creador; la alegr?a que encuentra el marido
con su esposa, la encontrar? Dios contigo? (Is 6,5),
Llega
el Nuevo Testamento, y el Apocalipsis ve a la Iglesia
?como una novia engalanada para su esposo?, por el que
est? suspirando: ??Ven!? (Ap 21,2; 22,17)
Viene ahora
Pablo y, en esta carta a los de ?feso, nos
pinta unos trazos sublimes de esta realidad del desposorio de
Cristo con su Iglesia:
?Cristo am? a la Iglesia y
se entreg? a s? mismo por ella para santificarla, purific?ndola
con el ba?o del agua, para present?rsela resplandeciente a s?
mismo, sin que tenga mancha ni arruga, ni cosa parecida,
sino que sea santa e inmaculada?.
Vale la pena pensar en
estas expresiones de Pablo. Jesucristo, al venir al mundo, se
busc? una novia para desposarse con ella. Esa novia
no era otra que la humanidad. Pero, ?c?mo encontr? a
la humanidad?
Sumida en la mayor abyecci?n. Pecadora a m?s
no poder. No pasaba de ser la prostituta m?s repugnante.
Y, sin embargo, Jesucristo se dijo:
-?Con ?sta, con ?sta
me he de desposar!
?Y qu? hace Jesucristo para convertir
a esa novia tan abyecta en la mujer m?s preciosa?
Nada menos que entregarse por ella a la cruz. Con
el detergente de su propia Sangre, Jesucristo lav?, purific?, embelleci?
a la humanidad ca?da de tal manera, que la convirti?
en una novia resplandeciente de hermosura, hasta poder exclamar enajenado:
-?Qu? belleza la de esta Novia m?a!
Jes?s aplica su
Sangre purificadora a cada alma con el Bautismo. La limpia,
dice Pablo, ?con el ba?o del agua?, que elimina todo
pecado, toda mancha.
Los lectores de Pablo entendieron perfectamente la
comparaci?n. En Grecia y Asia Menor lavaban a la novia,
con ritos particulares, en las aguas de r?os o fuentes
especiales, y as? limpia la adornaban y embellec?an despu?s para
presentarla al novio, que la recib?a al verla deslumbrante de
hermosura.
Pablo agarra la comparaci?n, y, consider?ndose responsable de la
Iglesia por ?l fundada, dice a los de Corinto:
?Tengo celos de ustedes con celos de Dios, pues los
tengo desposados con un solo marido para presentarlos como casta
virgen a Cristo? (2Co 11,2)
Ante esta realidad tan sublime
del desposorio de Cristo con su Iglesia, viene ahora San
Pablo a exponernos toda su teolog?a del matrimonio en un
p?rrafo inolvidable.
Se dirige primero a los casados, a los
que ensalza y a la vez les advierte:
?El marido es
cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la
Iglesia, el salvador del cuerpo?. Maridos, amen a sus mujeres
como Cristo am? a la Iglesia y se entreg? a
s? mismo por ella... Quien ama a su mujer se
ama a s? mismo. Porque nadie aborrece jam?s su propia
carne; sino que la alimenta y la cuida con cari?o,
lo mismo que Cristo a la Iglesia??
?Hay que ver
lo que Pablo pide a los maridos, para ser imitadores
de lo que Cristo hizo y sigue haciendo por su
Iglesia!... Siguiendo estas pautas de Pablo, el hombre con su
machismo se convierte en el caballero m?s gal?n?
Pablo se vuelve
despu?s a las casadas, les muestra su condici?n, y les
pide tantos hero?smos como a los maridos:
?Como la Iglesia
est? sumisa a Cristo, as? tambi?n las mujeres deben estarlo
a sus maridos en todo?.
La tan tra?a y tan
llevada liberaci?n femenina, tan deseada y tan leg?tima, tiene dentro
del matrimonio unos l?mites infranqueables, los mismos que la Iglesia,
?tan libre!, tiene con su Esposo Jesucristo.
Vemos as? c?mo
Pablo presenta la moral matrimonial, y se limita a decir:
-Mujer, respeta y som?tete a tu marido, siguiendo el ejemplo
de la Iglesia, siempre obediente a Jesucristo. Mira en tu
marido a Cristo, y qu? f?cil te ser? complacerle en
todo.
-Marido, vu?lcate en amor a tu mujer. Hasta que
llegues a morir por ella como Cristo muri? por su
Iglesia, tienes mucho que recorrer en tu entrega a tu
mujer querida.
Pablo ve en cada acto de los esposos
─desde la intimidad amorosa hasta el m?s peque?o servicio mutuo─,
un misterio sacramental del amor de Cristo con su Iglesia.
No grita Pablo contra el machismo del hombre ni
contra las impertinencias de la mujer. A los dos los
considera unas personas llenas de dignidad y de santidad cristiana.
Comparando Pablo el matrimonio con el celibato abrazado por el
Reino de los cielos, dice a los de Corinto que
cada cristiano tiene su propio regalo de Dios (1Co 7,7)
Es
de admirar el celibato, ciertamente; pero el matrimonio cristiano es
tambi?n regalo grande, ?y tan grande!, del Se?or?