?Qu? hace Pablo cuando se ve libre
de las cadenas? Hac?a ya cinco a?os que hab?a escrito
precisamente a los de Roma:
?Espero verlos de paso a
mi viaje hacia Espa?a y conf?o que me ayudar?n a
proseguir este viaje, despu?s de gozar algo de su compa??a.
?Cuando haya concluido este asunto de la colecta que he
de llevar a Jerusal?n, me dirigir? a Espa?a pasando por
ustedes? (Ro 15,24-28)
?ste era el plan de Pablo all? por
el a?o 58, pero vino la prisi?n en Cesarea y
despu?s la de Roma.
Libre ya del todo, ?pudo realizar
su sue?o de ir a Espa?a, ahora que estaba a
un paso de ella? ?Y qu? hizo hasta mediados del
67, a?o en que se puede fijar su muerte?
Lucas
nos ha dejado en suspenso, y nosotros llenamos el vac?o
de estos cuatro a?os con citas de las cartas de
Pablo escritas en estos d?as y con documentos cristianos y
civiles que nos orientan de manera segura.
?Pudo Pablo ir
hasta el fin del mundo occidental entonces conocido?...
Hist?ricamente
no se puede negar. Tenemos dos testimonios de primer orden.
El primero, el de San Clemente Papa, tercer sucesor de
Pedro, que escribiendo a los de Corinto les dice que
Pablo se fue al Cielo ?despu?s de haber ido hasta
los t?rminos de Occidente?. El extremo Occidente para un romano
era ?nicamente Espa?a.
Est? adem?s el autorizad?simo ?canon? de Muratori,
en el siglo II, dice tambi?n que ?Lucas cuenta lo
que sucedi? en su presencia, como lo prueba su silencio
acerca del viaje de San Pablo de Roma a Espa?a?.
De haber ido a Espa?a, ?d?nde evangeliz??
Lo m?s
probable en Tarragona, a donde pod?a ir por barco o
por tierra atravesando el sureste de Francia. La Espa?a tarraconense
era una parte muy selecta del Imperio Romano.
?Y qu? hace
Pablo despu?s? S?lo ?l nos podr?a contestar. Pero seguro que
nos dir?a:
* ?Despu?s?... Tuve que volver a Oriente, a
visitar aquellas Iglesias que llevaba tan adentro de mi coraz?n.
Estuve en ?feso, donde dej? a mi querido Timoteo, y
en Macedonia pude visitar Tesal?nica y Filipos, Corinto, Mileto, de
tantos recuerdos para m?. Todo eran visitas r?pidas, pero que
me llenaban el alma.
Fui a evangelizar la
isla de Creta, y all? dej? a mi disc?pulo y
compa?ero Tito.
Visit? la ejemplar Iglesia de Colosas, como hab?a
prometido a Filem?n, que me hosped? en su casa.
Al
fin me encontr? en Tr?ade, donde ca? en manos de
los agentes de la Guardia Imperial, de donde me conducir?an
otra vez prisionero a Roma.
Porque es bien sabido
lo que ocurri? en la Urbe.
Desatada por Ner?n la
persecuci?n de los cristianos, yo era buscado en todas partes
por la Guardia Imperial, pues conoc?an mi actividad como anunciador
de la Buena Nueva de Jes?s.*
Esto nos responder?a Pablo, y
nosotros seguir?amos haci?ndole m?s y m?s preguntas.
-Pues, ?qu? pas??..., le
preguntamos nosotros a Pablo. Y ?l sigue contando:
* Pues,
lo que ten?a que pasar. Ner?n hubo de buscar un
responsable del incendio de Roma, y sabemos lo que se
grit? en Roma:
-?Los cristianos! ?Los cristianos!...
Y sobre ellos
recay? la venganza popular?
Ner?n desat? una persecuci?n sin igual.
Murieron los cristianos a montones entre los m?s atroces suplicios.
Me cuentan que algunos, vestidos con pieles de fieras, fueron
echados a los perros para ser despedazados; otros, crucificados; muchos,
quemados en la hoguera; otros, embadurnados de bet?n, colgados como
teas encendida para que sirviesen como antorchas nocturnas.
Ner?n brind?
sus jardines para el espect?culo, y vestido ?l mismo de
auriga, celebraba los juegos del circo en medio de la
muchedumbre, guiando su carro (T?cito)
Yo era buscado como nadie, pues
los jud?os no me olvidaban, y en el Pretorio me
recordaban muy bien.
Si ante el populacho los cristianos eran
los culpables, ?qu? culpa no tendr?a este evangelizador de Cristo!...
*
-?Y qu? te ha ocurrido despu?s, Pablo?
-Capturado por fin, se
me abri? un primer proceso. De los amigos de antes,
no hubo nadie que me asistiera, pues me abandonaron todos.
Encima, hubo quienes me hicieron mucho mal, como Alejandro el
herrero.
-Y ahora, preso otra vez en Roma, ?qu? esperas?
-Esperar, nada.
Como no s? lo que va a durar
la prisi?n, he escrito a Timoteo que me traiga de
Tr?ade lo que all? dej? y no pude traer: mi
capa, pues en esta c?rcel hace a veces fr?o y
est? encima el invierno; tr?eme tambi?n los libros sagrados, en
especial los pergaminos.
Tendr? tiempo para leer, pues estoy solo.
Conmigo est? ?nicamente Lucas, el querido y fidel?simo Lucas (2Tm
4,11-13)
-?Y sabes algo de Pedro?
-Dicen que ya ha glorificado a
Dios con una muerte digna de un disc?pulo del Se?or.
Me cuentan que lo crucificaron en la colina del Vaticano,
junto al circo de Ner?n, y que lo sepultaron all?
mismo, en la necr?polis adjunta.
-?Y qu? esperas t?? ?Saldr?s
libre como en aquel proceso de hace cuatro a?os?
-No. Acabo
de escribir a mi querido Timoteo: ?Ha llegado la hora
del sacrificio y el momento de mi partida es inminente.
He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he
mantenido la fe?.
-Y ya no te queda sino la
corona, ?verdad? (2Tm 4,7)
-As? lo espero. Como soy ciudadano romano,
a m? no me pueden crucificar. A m? me cortar?n
la cabeza, despu?s de haberme azotado. Antes que el filo
de la espada probar? por ?ltima vez lo que son
las varas de los lictores, ya que no dejar?n de
azotarme previamente.
Esto nos cuenta Pablo a finales del a?o
66 ? principios del 67, y as? se cumpli? todo.
Una segunda audiencia, y fue condenado a muerte.
Lo sacaron
de la c?rcel Tulliano, la Mamertina, lo llevaron hasta Aguas
Salvias, hoy Tre Fontane, donde rod? su cabeza por el
suelo.
Recogido el cad?ver por manos cari?osas de hermanos en
la fe, lo enterraron en la Via Ostiense, donde todav?a
hoy tenemos su sepulcro bajo la Bas?lica de San Pablo
Extramuros, ese templo grandioso que es la admiraci?n de todos.
Pablo reposando en esta Bas?lica, con Pedro en el Vaticano,
son las dos glorias m?s grandes de la Roma Eterna.